La emisión de varias sustancias químicas destructoras de la capa de ozono prohibidas por el Protocolo de Montreal hace 13 años va en aumento, según han advertido los investigadores. Los denominados “clorofluorocarbonos”, o CFC, se utilizaban ampliamente en la fabricación de productos como aerosoles, disolventes y refrigerantes.
Ahora parece que la liberación de CFC, antes de menor importancia, va en aumento como subproducto de la fabricación de alternativas a los CFC respetuosas con la capa de ozono llamadas hidrofluorocarbonos. Esta liberación de CFC es una excepción permitida por el Protocolo de Montreal, pero también contradice sus objetivos más generales.
El estudio ha sido realizado por el científico atmosférico Dr. Luke Western, de la Universidad de Bristol, y el Laboratorio de Vigilancia Mundial de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA) y sus colegas.
Según el Dr. Western: “Ahora estamos prestando atención a estas emisiones debido al éxito del Protocolo de Montreal.
“Las emisiones de CFC procedentes de usos más extendidos que ahora están prohibidos han descendido a niveles tan bajos que las emisiones de CFC de fuentes anteriormente menores están más en nuestro radar y bajo escrutinio”.
Según los investigadores, las emisiones de estas fuentes no constituyen una amenaza significativa para la recuperación de la capa de ozono, pero, como potentes gases de efecto invernadero, siguen teniendo capacidad para afectar al clima.
El Dr. Western añadió: “Combinadas, sus emisiones equivalen a las emisiones de CO2 en 2020 de un país desarrollado más pequeño como Suiza”.
Y añadió: “Eso equivale aproximadamente al uno por ciento de las emisiones totales de gases de efecto invernadero de Estados Unidos”.
En su estudio, los investigadores se centraron en cinco CFC con pocos o ningún uso conocido en la actualidad y cuya vida atmosférica oscila entre 52 y 640 años. Estos compuestos se denominan CFC-13, CFC-112a, CFC-113a, CFC-114a y CFC-115.
En cuanto a su impacto sobre la capa de ozono, su influencia equivale aproximadamente a una cuarta parte de la de un aumento recientemente detectado en las emisiones no declaradas de CFC-11, una sustancia controlada por el Protocolo de Montreal.
El equipo analizó las mediciones del Experimento Global Avanzado de Gases Atmosféricos (AGAGE), así como otras observaciones realizadas por la Universidad de East Anglia, la NOAA y el Forschungszentrum Jülich de Alemania.
Estos datos se combinaron con un modelo de transporte atmosférico, que reveló que la abundancia atmosférica mundial y las emisiones de estos CFC han aumentado después de que su producción para la mayoría de los usos se abandonara en 2010.
Según los investigadores, el aumento de las emisiones de tres de los compuestos, CFC-113a, CFC-114a y CFC-115, puede estar relacionado en parte con su uso en la producción de dos hidrofluorocarbonos empleados en aire acondicionado y refrigeración.
Sin embargo, no se conoce con certeza la causa del aumento de los otros dos CFC. Además, aunque el equipo descubrió un aumento de las emisiones mundiales de los cinco compuestos, no pudo precisar dónde se liberaban.
En palabras del Dr. Johannes Laube, coautor del estudio y científico medioambiental del Forschungszentrum Jülich: “Dado el continuo aumento de estas sustancias químicas en la atmósfera, quizá sea hora de pensar en afinar un poco más el Protocolo de Montreal”.
Los investigadores advirtieron de que, si las emisiones de los cinco CFC siguen aumentando, su liberación podría deshacer algunos de los avances logrados por el Protocolo de Montreal.
Sin embargo, estas emisiones podrían reducirse, añadió el equipo, reduciendo las fugas asociadas a la producción de hidrofluorocarburos, así como destruyendo adecuadamente cualquier CFC producido en dicho proceso.
El Dr. Western concluyó: “La conclusión clave es que el proceso de producción de algunos de los productos químicos de sustitución de los CFC puede no ser totalmente respetuoso con la capa de ozono, aunque los propios productos químicos de sustitución sí lo sean”.
Los resultados completos del estudio se publicaron en la revista Nature Geoscience.